martes, 16 de octubre de 2012

Otro duende diferente



Sólo el sonido de su respiración era suficiente para hacerle estremecer. Cuando era consciente de su cercanía se le erizaba el cabello de la nuca. Al imaginarse la curva de sus caderas, suave, lisa y tostada por el sol, su sangre alcanzaba el punto de ebullición. Crecía en su interior la imperiosa necesidad de recorrer sus dunas en busca de lunares. Rozar cada uno de aquellos puntos marrones con la yema del dedo índice, con los labios... o simplemente posar en ellos una mirada llena de deseo.
Primero caricias dulces por toda su silueta, después lucha de labios a cámara lenta. Los ojos cerrados, los grados subiendo, las manos inquietas y curiosas aumentando la velocidad de su exploración. Dos bocas que se separan, una de ellas comienza envidiosa de las manos su propio recorrido. Los dientes se cierran con suavidad en torno a la oreja para al instante abandonarla y repetir la misma acción en el cuello. La lengua se encarga de continuar el descenso dejando a su paso una humedad cálida, deteniéndose en las maravillosas elevaciones del terreno, tan perfectas. Atrás queda la dureza de las cimas cuando el viaje continúa sin pausa pero sin prisa hacia el minúsculo pozo que marca el kilómetro cero, y atrás queda también este punto cuando se dirige sin dejar de descender al oasis en el que por fin sacia su sed de ella.
Pero su calor no ha desaparecido y apenas un minuto después sus labios desandan todo el camino y vuelven a luchar contra sus contrarios, contra sus complementarios. Las manos vuelven a acariciar su piel para no olvidar el camino encontrado por la boca y pronto ambos se funden en uno solo. Esa respiración que antes le alteraba ahora le vuelve loco, cada vez más rápida, cada vez más entrecortada. Y por un segundo deja de escucharse. A cambio un estremecimiento, una espalda ligeramente arqueada, unos ojos cerrados con los párpados apretados al máximo. Al mismo tiempo comienza a llover y el calor es inmediatamente sustituido por otra sensación tantas veces buscada y tan pocas conseguida. Poco a poco las respiraciones se calman y los ojos se cierran.
Al abrirlos está junto a ella. Trata de no escuchar la música de sus pulmones porque de repente duele. Lo que hacía apenas unos segundos había parecido real en su imaginación se torna inalcanzable en la vida real.