Sólo el sonido de su respiración era suficiente para hacerle estremecer.
Cuando era consciente de su cercanía se le erizaba el cabello de la nuca. Al
imaginarse la curva de sus caderas, suave, lisa y tostada por el sol, su sangre
alcanzaba el punto de ebullición. Crecía en su interior la imperiosa necesidad
de recorrer sus dunas en busca de lunares. Rozar cada uno de aquellos puntos
marrones con la yema del dedo índice, con los labios... o simplemente posar en
ellos una mirada llena de deseo.
Primero
caricias dulces por toda su silueta, después lucha de labios a cámara lenta.
Los ojos cerrados, los grados subiendo, las manos inquietas y curiosas
aumentando la velocidad de su exploración. Dos bocas que se separan, una de
ellas comienza envidiosa de las manos su propio recorrido. Los dientes se
cierran con suavidad en torno a la oreja para al instante abandonarla y repetir
la misma acción en el cuello. La lengua se encarga de continuar el descenso
dejando a su paso una humedad cálida, deteniéndose en las maravillosas
elevaciones del terreno, tan perfectas. Atrás queda la dureza de las cimas
cuando el viaje continúa sin pausa pero sin prisa hacia el minúsculo pozo que
marca el kilómetro cero, y atrás queda también este punto cuando se dirige sin
dejar de descender al oasis en el que por fin sacia su sed de ella.
Pero su
calor no ha desaparecido y apenas un minuto después sus labios desandan todo el
camino y vuelven a luchar contra sus contrarios, contra sus complementarios.
Las manos vuelven a acariciar su piel para no olvidar el camino encontrado por
la boca y pronto ambos se funden en uno solo. Esa respiración que antes le
alteraba ahora le vuelve loco, cada vez más rápida, cada vez más entrecortada.
Y por un segundo deja de escucharse. A cambio un estremecimiento, una espalda
ligeramente arqueada, unos ojos cerrados con los párpados apretados al máximo.
Al mismo tiempo comienza a llover y el calor es inmediatamente sustituido por
otra sensación tantas veces buscada y tan pocas conseguida. Poco a poco las
respiraciones se calman y los ojos se cierran.
Al abrirlos
está junto a ella. Trata de no escuchar la música de sus pulmones porque de
repente duele. Lo que hacía apenas unos segundos había parecido real en su
imaginación se torna inalcanzable en la vida real.