jueves, 10 de enero de 2013

Danzante

Sentada en la silla y apoyada sobre la mesa. Mil cosas en la lista de tareas y, sin embargo, sólo escucha música. Canciones recién descubiertas deslizan sus notas por los oídos del duende. Y de repente una en concreto comienza a provocar sensaciones. Sus ojos se cierran y sus dedos comienzan a golpear el blanco tablero de la mesa al ritmo de flautas, violines y guitarras eléctricas. La cabeza comienza a moverse sola de un lado a otro, primero despacio con la introducción y más rápido cuando la melodía irrumpe y se acelera. De pronto y sin que sepa muy bien por qué está de pie. Los ojos cerrados, los pies descalzos y por única ropa una enorme camiseta vieja. Y baila. Sus pies comienzan a golpear el suelo rítmicamente. Los brazos se despegan del cuerpo y se mueven dibujando ondas en la habitación. No ve nada, sólo oscuridad pues sus ojos siguen cerrados. La música penetra en cada nervio de su cuerpo y hace que se suma en un mágico trance en el que baila sin descanso. Sus pies se despegan del suelo como si quisieran hacerla volar. Gira sobre sí misma, salta, mueve los brazos, se agacha... Cada golpe que las baquetas asestan a la batería es un nuevo paso de baile. La flautas llevan la melodía de sus sueños. Y ella continúa bailando cada vez más rápido siguiendo las notas cuando estas también aceleran. Y cuando se produce la explosión final deja caer los brazos y se estremece.
Sólo entonces abre los ojos. Desde el quicio de la puerta se asoma él. Sus ojos fijos en ella, una sonrisa en su rostro. Ella quiere que se la trague el suelo. Pensaba que estaba sola mientras se entregaba a su trance pero una mirada se había entrometido.
Él piensa que nunca la había visto tan libre, tan hermosa, tan pura, tan feliz, tan mágica. Se acerca a ella y simplemente la besa.


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