sábado, 18 de mayo de 2013

Mil duendes simultáneos.

Cuando mil sensaciones contradictorias se entrecruzan y trenzan en tu mente. Cuando te conviertes en un cúmulo informe de personalidades diferentes que tratan de obligarte a cumplir sus deseos. Cuando una parte de ti quiere decir adiós, darse la vuelta y salir corriendo. Los pies golpeando el suelo con fuerza, los ojos cerrados para evitar que corran las lágrimas y un gemido ahogándose en la garganta, pugnando por librarse de las cuerdas vocales en las que se encuentra enredado. Cuando algo en tu interior se muere por lanzarse a sus brazos, tus ojos saboreando la dulce miel de los suyos y tus labios sintiéndose útiles al fin. El índice derecho muriéndose por rozar el lunar de su oreja y las caderas emocionadas al sentir una mano apoyada en su marcada curva. Los cuerpos pegándose hasta que desaparece el aire que los separa y todas esas sensaciones nublando la mente y desterrando los pensamientos. Cuando tu demonio interior desea lanzarse a su cuello, pero no con pasión sino con odio. Tus dientes afilándose en sus venas palpitantes y tus manos metamorfoseadas en garras hirientes. Cuando darías puñetazos a la pared gritando de rabia porque duele menos ver brotar tu sangre que tus lágrimas, porque el dolor del cuerpo contrarresta y mitiga aunque sea mínimamente el del alma. Cuando piensas el amarillo puede brillar y ser oscuro a la vez. Entonces es cuando te das cuenta de que sólo eres un duende harto de caerse de su nube; cuando por primera vez desprecias la Inspiración al ver que acompaña a los llantos y no a las risas; cuando alzas los ojos al cielo y deseas de una vez por todas ser feliz.