domingo, 2 de marzo de 2014

Primer soneto imperfecto

Acariciando la más alta cumbre
del Olimpo, supliqué por un beso.
Hefesto, infame, me dijo: eso
se forja en mi fragua, ardiente lumbre.

Quizá el cruel dios cojo ya no acostumbre
a morder un labio hasta dar con hueso,
a jugar con fuego y salir ileso
tornando en fiereza la mansedumbre.

Mas yo en lo más profundo de mi ser
con incandescente fuerza lo ansío.
De hierros al rojo intento coger

un beso amargo como un desvarío
por el que tus dientes quieran morder
y nunca me suelten, y así seas mío.

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