miércoles, 7 de junio de 2017

El texto

Escribiendo un texto para el fanzine que se va a editar este año dentro del proyecto de La Nave del Teatro Calderón, recordé el que salió publicado en el del año pasado. Fue un texto que escribí justo después de ver Otelo y de que nos dijeran que el tema sobre el que íbamos a hablar era la violencia de género y el machismo. Esto me salió del alma y levantó algunas heridas aunque mi intención era solamente desahogarme.
El texto que finalmente salió en el fanzine no está completo, es una adaptación que me gusta mucho aunque no es tan duro como el original. Hubo gente que lo leyó en su día y le pareció muy intenso. Hoy quiero dejar aquí tanto la versión del fanzine como el texto original para que todo el que quiera pueda leerlo.



No quieres. No te apetece. Llevas un tiempo sin tener ganas aunque no sabes por qué. Él sí tiene y notas el reproche en su mirada cada vez que te niegas. Estás en tu derecho y él lo sabe, lo acepta. Lo acepta pero le jode tu negativa y tú lo notas y te sientes fatal. Porque le quieres. De verdad le quieres y te parece que no se lo demuestras. En realidad sí lo haces. Le apoyas, le ayudas... El sexo no es lo único que importa. Y aún así sientes que algo falla dentro de ti y te duele decirle que no te apetece. Y te duele ver cómo intenta comprenderlo y no lo logra.
Hoy tampoco tienes ganas. Os habéis quedado solos y él espera que por fin digas que sí. Y tú accedes sin saber muy bien por qué. Quizá tienes miedo a que tus constantes negativas le hagan hartarse de ti, aunque sepas que es un miedo irracional porque él te quiere más allá de todo eso. Puede que inconscientemente creas que tiene derecho a un sí por todo lo que hace por ti. El caso es que esta vez no le paras y notas que se alegra por ello.
Besos, caricias, ropa que cae al suelo entre la dulzura y el ansia. Tu cuerpo reacciona y hasta agradeces haber accedido. Te gusta cómo te hace sentir y sonries ante el estallido de placer que te produce llegar. Llegar la primera, como siempre.
Y ahí todo se tuerce porque él tarda en terminar y tú estás deseando que lo haga. Te pide ponerte de otra forma, de una que no te gusta demasiado pero sabes que a él sí y accedes porque así acabará antes. Quieres que termine, no te gusta estar así, incluso te duele ligeramente. Deseas con toda tu alma decirle que pare... pero no lo haces porque algo dentro de ti te dice que tiene derecho. Tú que al principio no querías has disfrutado y ahora es su turno te guste o no. Sabes que si se lo pidieses pararía pero no te parece justo así que simplemente esperas que acabe cuanto antes.
Cuando por fin lo hace notas lágrimas en los ojos y agradeces que no pueda verlas. "Te quiero" susurra. "Y yo a ti". Y es verdad que le quieres por debajo de tus lágrimas. Te escabulles rápido al baño con una excusa y allí te miras en el espejo. Sola. Desnuda. Frágil. Avergonzada. Con las mejillas empapadas. Víctima de ti misma. Porque si en ningún momento has dicho NO, no sabes si es una violación consentida o una autoviolación.